Pese a los esfuerzos y estrategias del oficialismo, la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, sufrió ayer un duro revés luego de que la Cámara de Diputados votara a favor de remitir al Senado el proceso de juicio político que le puede costar el cargo. Se requería el voto de 342 diputados para autorizar el enjuiciamiento de la mandataria y esta cifra fue superada: 367 se manifestaron a favor, 137 en contra, 7 se abstuvieron y 2 no asistieron a la sesión. Al conocerse el resultado, José Guimaraes, líder del Partido de los Trabajadores, expresó: “Los golpistas fueron más fuertes. Estamos firmes y este país va a levantarse contra quienes no tienen voto y mucho menos condiciones de gobernar al país”. Declaró que el gobierno puede revertir la situación en el Senado, que tendrá la última palabra. El abogado general del Estado, José Eduardo Cardozo, informó que Rousseff recibió la decisión de la Cámara Baja con indignación. La presidente es acusada de incurrir en maniobras contables ilegales para maquillar los resultados del gobierno en 2014 y 2015, modificar presupuestos mediante decretos, acumular deudas y contratar créditos con la banca pública.
Después de 3 días de sesiones en la Cámara de Diputados, que comenzaron el viernes (43 horas de debate ininterrumpido y 389 derechos de palabra), la votación empezó ayer a las 4 pm. En ese momento, el gobierno se aferraba a la libertad de voto que los partidos dieron a los legisladores y a los diputados disidentes de la oposición. La votación fue nominal. Cada uno de los 513 diputados fue llamado a manifestarse frente a un micrófono de acuerdo con un orden geográfico determinado por la latitud de los 27 estados. Antes intervinieron los jefes de los grupos de los 27 partidos representados en la Cámara Baja y, en su mayoría, aunque fijaron posición, liberaron a sus parlamentarios para votar de acuerdo con sus convicciones. De esos 27 partidos, solamente 7 anunciaron su voto contra un eventual juicio. El resto expresó su apoyo al proceso. El instructor de informe, Jovair Arantes, recomendó que se apoyara la apertura del juicio político en el Senado. “Todos los indicios son más que suficientes para aceptar la acusación, que presenta hechos graves que atentan contra la Constitución, las finanzas públicas, la responsabilidad fiscal, la transparencia y contra el país”. Partidarios y detractores de Rousseff defendieron sus posturas con encendidos discursos en la tribuna del Parlamento, que se transformó en un singular acto en el que se impusieron los gritos, las descalificaciones y las bandas verde-amarillas, que identificaban a los partidarios del juicio. El gobernante Partido de los Trabajadores y sus aliados insistieron en denunciar un “golpe”, mientras en las filas de la oposición se defendió la legalidad del proceso.
Miles de personas tomaron las calles de Brasil para manifestar a favor y en contra del gobierno de Rousseff, en una expresión de la profunda división del país. Las calles de más de una veintena de estados de Brasil y de la capital, se tiñeron de rojo, el color del oficialista Partido de los Trabajadores y de verde-amarillo, el símbolo de la oposición y de los partidarios del impeachment. En la Explanada de los Ministerios, en el corazón de Brasilia, se apreció como en ningún otro lado la fractura que vive Brasil, con el llamado “muro del impeachment”, una gigantesca valla de casi un kilómetro de largo y dos metros de alto, para dividir a los partidarios y los detractores del gobierno.
La presidente Dilma Rousseff mantuvo ayer su rutina de domingo y esperó en su residencia del Palacio da Alvorada, acompañada por sus ministros más próximos, la decisión de la Cámara de Diputados. Durante la mañana, la mandataria salió a realizar su habitual recorrido en bicicleta por los alrededores de la residencia oficial, aunque el trayecto acostumbrado fue desviado por la presencia de periodistas. Rousseff evitó encarar las cámaras y se limitó solo a darle los buenos días a los reporteros pese a las insistentes preguntas. El trayecto que normalmente realiza en 50 minutos fue acortado a solo 15. La jefa del Estado almorzó con su antecesor y mentor político Luiz Inácio Lula da Silva y siguió con mucha discreción el desenlace de las tres sesiones en la Cámara de Diputados sobre la apertura del juicio político en su contra por supuesto lavado de dinero.
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