El abuso acumulado del complejo hidroeléctrico más importante del país por la insuficiencia del parque térmico empeoró la crisis eléctrica que hoy padece Venezuela. A medida que la utilización de Guri se mantiene sin variación, la central produce menos energía y se vuelve más agresivo el descenso de su embalse. Solo un diluvio puede salvar al Gobierno de la encrucijada eléctrica
Son casi las 10 de la mañana y un grupo de trabajadores corta los finos troncos que quedaron en varios tramos de vegetación carbonizada. No es cualquier terreno. Son al menos tres corredores –cercanos a las torres de transmisión- en el complejo hidroeléctrico Simón Bolívar, en Guri, ennegrecidos por el fuego.
Los efectos de la sequía se ven y respiran en Guri. Incluso, mucho antes de entrar. En la carretera que conduce a esta localidad en el estado Bolívar, que guarda el complejo hidroeléctrico más potente de Venezuela, el verdor desapareció por completo. Extensas áreas han sido tocadas por el fuego y el calor sofoca.
Luego de pasar el primer punto de seguridad para entrar a la visita turística de la central hidroeléctrica o a Pueblo Guri, se advierte la huella negra. Aunque el cielo luce nublado, la temperatura sube como lo ha hecho en las últimas semanas más intensamente por los efectos del fenómeno “El Niño”, que la Organización Meteorológica Mundial señaló ha superado su intensidad máxima, convirtiéndose en uno de los más fuertes jamás registrado.
El complejo Simón Bolívar en Guri, antes conocido como Raúl Leoni previo a ser rebautizado por el expresidente Hugo Chávez, es el corazón hidroeléctrico de Venezuela. Provee más del 60% de la energía que consume el país, con 16 de sus 20 turbinas en operación, que la convierten en la cuarta hidroeléctrica más grande del mundo luego de las centrales Tres Gargantas (China), Itaipú (frontera Brasil – Paraguay) y Xiluodu (China).
Es el tanque de energía de Venezuela, asegura el experto eléctrico José Aguilar, pero ese depósito –similar al recipiente de combustible de un vehículo- se está vaciando, lo que eventualmente reduce y, en el peor de los casos, impediría la operación de ocho de sus turbinas en principio. Todo, por no haber activado a tiempo la generación termoeléctrica, ensombrecida por fuertes visos de corrupción y negligencia gerencial en la industria eléctrica.
Al 24 de febrero de 2016, la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) precisa que la cota del embalse de Guri se ubica en 249,70 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), a 5,7 metros del inicio de la zona de colapso. El descenso diario es agigantado. El mínimo histórico de Guri quedó registrado el 11 de mayo del 2003, cuando el embalse alcanzó 244,55 m.s.n.m. En esa ocasión no hubo racionamiento. El país, apunta Aguilar, era más pequeño desde el punto de vista de la demanda eléctrica.
Este año, la situación es otra. Con un ciclo hidrológico desfavorable que acumula más de 21 meses, las curvas de aportes del río Caroní se estiman en un 70% por debajo del promedio histórico, lo que los colocaría muy cerca de los mínimos históricos acumulados desde 1950. Solo un diluvio o la activación del parque termoeléctrico, con mayor capacidad instalada que el hidroeléctrico, podrían revertir la tendencia.
La baja del embalse que atesora el agua del río Caroní que turbinan las unidades de Guri es evidente. Lo observan en la cabecera de los ríos los indígenas que habitan en lo alto del Parque Nacional Canaima, en contacto con aguas tributarias del río Caroní, como el río Carrao, el Akanán y el Churún, que recibe las aguas del Salto Ángel. “La sequía está fuerte, el río Carrao (afluente del Caroní) y el Akanán (afluente del Carrao) están bajitos. No está lloviendo nada”, asegura el capitán indígena de Kamarata, Víctor Abati.
El descenso se observa también en el embalse de Guri, en donde el verdor que hace cuatro meses rodeaba al río, se ha vuelto marrón y las ramas de los árboles empiezan a emerger desnudas. “En estos días decíamos ‘viene un apagón, viene un apagón’ por los incendios cerca de las líneas de transmisión, porque al subir la temperatura se dispara el sistema”, asegura un trabajador de Corpoelec en Guri, quien prefirió no identificarse.
Guri sobreexplotado
“Al ritmo que va, por el abuso acumulado, podemos estar a dos meses del colapso”, sostiene José Aguilar en torno a Guri, al advertir que esta sequía ha sido intensa y totalmente predecible. “Si hubiesen operado el Sistema Interconectado de manera responsable con más energía termoeléctrica, el embalse estaría en su zona segura, por encima de 263 metros”.
El actual ciclo hidrológico desfavorable, explica el experto, acumula un desempeño peor al ciclo del 2001-2003, por lo que sin dudas está a punto de ser “el peor de todos los tiempos”. Sin embargo, la intensidad del fenómeno climático no llegó por sorpresa. Su vigor y el periodo de duración son perfectamente conocidos por el Ejecutivo, que cuenta con dos herramientas predictivas a 32 meses para saber qué depara el futuro hidrológico. Una de esas herramientas, asegura Miguel Lara Guarenas, ex gerente general de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados (Opsis) -actual Centro Nacional de Gestión (CNG)-, es la planificación hidrotérmica y, la segunda, un sistema simulador de potencia.
Si puede imaginar el tanque de combustible de su vehículo, podrá entender que el remanente de agua en el embalse de Guri equivale a poco más de un cuarto del volumen útil actualmente, lo que quiere decir que más de la mitad está vacío.
FUENTE EL ESTIMULO
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