Diez días han pasado de la desaparición de un grupo de personas que partió el 4 de marzo a trabajar en la mina Atenas, ubicada en el sector El Miamo de Tumeremo, municipio Sifontes, al sur del estado Bolívar.
Los familiares y amigos de los desaparecidos mantuvieron cinco días la protesta en la Troncal 10, hasta que la madrugada del jueves pasado fue dispersada por la Guardia Nacional Bolivariana. La exigencia de los manifestantes se resumía en una sola: “que aparezcan vivos o muertos, pero que aparezcan”.
Hablar sobre lo que presuntamente sucedió el viernes 4 de marzo no es fácil, algunos lo hacen con nombre y apellido, otros (sobrevivientes) bajo anonimato, pero todos coinciden en pedir justicia.
Un minero accedió a hablar con este medio bajo la condición de no revelar su nombre a la opinión pública toda vez que teme por su vida. Así es el negocio alrededor de la extracción del oro: una continua batalla entre la vida y la muerte.
El hombre con el que conversamos será llamado Marcos por medidas de seguridad. Él trabajaba en la mina Atenas, y tenía tres días allá cuando los hechos estallaron. Acostumbraba a pasar más de una semana laborando en el yacimiento toda vez que no tiene vehículo –moto– para trasladarse hasta el pueblo; el camino de la mina hasta Tumeremo es de más de una hora.
Describe que un grupo se había quedado en la mina trabajando, y otro se trasladó hasta el campamento a cocinar. Eran aproximadamente las 3:00 de la tarde y no habían almorzado.
– ¿Qué pasó ese viernes en la mina?
– “Lo que yo alcancé a visualizar yo estaba trabajando en la mina –base-, en ese momento nos organizamos para venirnos hasta el campamento a comer. Cuando estamos preparando la comida, llegaron al lugar varios vehículos, entre esos un 350, camionetas Toyota y PickUp”.
Marcos afirma que en esos carros venía “gente armada. La famosa banda de el Topo. Nos sometieron ahí en el lugar. A los pocos minutos se escucharon varios disparos en la mina (adentro) y el personal que nos tenía sometido a nosotros arrancaron en carrera para allá”.
Entre la confusión y el tratar de saber lo que pasaba, el minero recuerda que otro grupo de carros llegó. “El propio Topo estaba ahí”.
– ¿Cómo sabe que se trataba de el Topo?
– Yo alcancé a ver a la gente que lo nombraba. Él estaba con vestimenta militar. No tenía la cara tapada ni nada.
Marcos (nombre ficticio) relata que como pudo logró escapar junto a otros compañeros y se internaron en la montaña. “Imagínate, sino nos escapamos de ahí; uno no sabe que nos podía pasar ahí”. En el campamento había entre 15 o 16 personas, con él huyeron al menos seis.
Admite que se mantuvieron escapando hasta el sábado aproximadamente a las 5:00 de la tarde cuando salieron a Tumeremo.
– ¿Pudo ver personas muertas?
– Honestamente sí. Llegué a ver cuatro cadáveres en el camión 350. Todos eran hombres. Alcancé a visualizar a la gente que también se llevaron amarrada. Entre esos que se llevaron vivos vi a un hombre y a una muchacha, que los montaron en el camión.
– ¿A quién le pertenecía la mina?
– Esa mina en sí no le pertenecía a ninguna banda, ellos llegaban ahí era a comprar su porcentaje, pero hasta ahí.
– ¿Usted realizó alguna denuncia sobre lo que asegura vio?
– No mi vida, eso es peligroso me entiendes.
Trabajan con normalidad
Uno llegaría a pensar que tras escuchar estos relatos el minero, la cocinera, el dueño de molino, el mototaxista y otros trabajadores no tienen previsto regresar a la mina.
– ¿Volvería a entrar a la mina?
– Sí, claro. Prácticamente esos son gajes del oficio. Lo que sí es que son cosas que se escapan de las manos de uno. Es la primera vez que vivo algo así y esperemos sea la última.
Sobre los líderes mineros, según Marcos solo ha escuchado de dos: el Topo y el Potro.
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