Presidente Nicolás Maduro Moros
El columnista del blog Aporrea.org, Javier Antonio Vivas Santana, publica el siguiente contenido:
Apreciados camaradas y pueblo de Venezuela:
Fiel a mis preceptos revolucionarios, y luego de reflexionar profundamente la díficil situación que estamos viviendo en los órdenes económico, político y social quiero expresar en cadena nacional una decisión irrevocable, pero de suma importancia para el devenir de la patria.
Ustedes saben que mi ocupación en la primera magistratura nacional se debió a una causa sobrevenida y nunca imaginada, ni aspirada por mi. Aquel 8 de diciembre de 2013, cuando el comandante de la revolución bolivariana, y entonces presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, anunció mi nombre como su eventual sucesor, ante cualquier posibilidad de su muerte debido a la gravedad que confrontaba con su estado de salud, yo fui el primer sorprendido.
A lo largo de todos estos años he sido un soldado. He cometido muchos errores. Es cierto. Pero comprendan que he tenido que gobernar bajo fuertes presiones y esquemas cambiarios y de praxis política y económica muy severos. Jamás quise ser parte de las desventuranzas de mi pueblo en verlo sufrir haciendo colas para comprar escasos alimentos, o el tener que observarlos ante un traginar de angustias y preocupaciones por no encontrar medicamentos. O simplemente ser testigo que el envejecido parque automotor tenga que paralizarse por falta de cauchos, baterías o autopartes. Sería pleonástico afirmar que tal realidad se ha combinado con la inflación más alta del mundo, lo cual ha deteriorado significativamente el salario de los trabajadores, en otras palabras, ver disminuido el nivel de vida de mi amada clase obrera.
Tampoco voy a eludir la responsabilidad que el programa bandera de lo que ahora llamamos Sistema de Alimentación Escolar, (SAE) se haya visto afectado en su integridad, lo cual ha perjudicado de manera directa a más de 10 millones de niños al no poder recibir desayuno, almuerzo o merienda en los términos regulares en las escuelas y liceos del pais. Menos puedo evadir las condiciones críticas en que se encuentra el sector asistencial. Conozco que tanto los esquemas tradicionales de salud, es decir, hospitales y ambulatorios, así como la misión consentida del presidente Chávez, “Barrio Adentro” están atravesando un momento crítico: en terapia intensiva si quisiéramos emplear un término en analogía cuando la salud está delicada.
Del mismo modo, es justo reconocer que la red de servicios públicos del país, concretamente agua y luz están en un estado de constante deterioro. No se han podido realizar por omisión, negligencia, y porque no decirlo, también por corrupción, las inversiones requeridas en tales ámbitos del Estado y la vida social, razón por la cual estamos al borde de un colapso comunitario, porque en justa acción emocional, diversos poblaciones y ciudades están reclamando que pasan hasta meses para que les llegue el vital líquido por las tuberías, o porque simplemente las plantas generadoras de electricidad han colapsado en su distribución energética, y con ello nos hemos visto en la obligación de emprender obligatorios racionamientos. Demás está recordar que esta situación de limitación en los servicios públicos, por supuesto que afecta directamente la actividad económica del país, lo cual conlleva a que tengamos otro año en recesión económica.
Sobre la delincuencia, tampoco he ocultado mi responsabilidad. De hecho, junto con las autoridades civiles y militares, lancé la misión Organización para la Liberación del Pueblo (OLP), pero realmente es poco lo que hemos podido lograr, fundamentalmente porque no existe un plan articulado entre el Poder Ejecutivo en sus distintas instancias regionales, además porque nuestras policías, comenzando por la nacional bolivariana, han sido penetradas por mafias de todo tipo (narcotráfico, hampa común y organizada, contrabando y hasta de llamados boliburgueses y empresas de maletín) lo que ha obstruido considerablemente el accionar del ejercicio de la seguridad ciudadana, debilidades que aunado con la impunidad existente entre el ministerio público y el Poder Judicial, pues, se ha convertido en caldo de cultivo para que la industria de la delincuencia florezca sobre todo el país, y como lo dije en todas sus instancias.
No voy a ser más explicito sobre la severa crisis en el campo petrolero. Como país monoproductor, la caída de los precios del crudo han revivido los fantasmas no sólo de la quiebra de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), sino en tener que comprender que el país ha estado sumergido bajo mi mandato durante estos tres años, en un capitalismo de Estado, orientando inadecuadamente las políticas sociales.Hemos pensado, y asumo la responsabilidad como primer mandatario nacional, que entregar una casa equivalía cuando menos a dos votos, y así por el estilo con diversas acciones que hemos ejecutado desde el poder como el regalar cosas y objetos, a veces sin la debida supervisión del fundamento social. El resultado de las recientes elecciones parlamentarias así lo confirman. ¡Cuán equivocado(s) he(mos) estado en la cúpula del gobierno y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)!
Ante ello, en estas palabras justifico mi carta de renuncia, la cual firmaré, siempre y cuando una vez conocidos los resultados de un referendo revocatorio junto con una Asamblea Nacional Constituyente que estoy convocando en este momento, para cuando cumpla la mitad de mi período presidencial, sean en número de votos superiores a los que obtuve en 2013. Este gesto de buena voluntad, lo hago consciente que el país y el futuro de la propia revolución bolivariana están sobre mis intereses personales (…)
Hemos leído una carta que de concretarse estaríamos en presencia de saber si el pueblo de Venezuela quiere o no que Maduro siga en la presidencia en esta etapa de su historia, pero que sería un gesto de innegable voluntad política por darle una salida salomónica a una crisis profunda que requiere de escuchar la voz del pueblo, es decir, la voz de Dios. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
Por: Javier Antonio Vivas Santana / Aporrea
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