Hubo un caso de linchamiento que conmocionó al país. Era febrero de 2009 y la calle Matanza de El Valle le hizo justicia a su nombre. Allí atraparon a José Yorbani Barrios Arrechedera, de 28 años de edad. La comunidad lo acusaba de ser un violador e impuso su propia ley. El hombre recibió una golpiza y ya sin signos vitales lo amarraron a una moto, lo arrastraron por la avenida Intercomunal y le prendieron fuego.
Consumado el hecho, el linchamiento se convirtió en motivo de conmoción y debate durante meses. Entonces, ya los sociólogos alertaban sobre la impunidad y la poca eficiencia del sistema judicial penal. Siete años más tarde, los ciudadanos no reaccionan con tanta estupefacción; en cambio, cada vez aparecen con más frecuencia en las redes sociales e incluso se hacen virales.
Yorelis Acosta, psicóloga social, señala que la tasa de homicidios en el país alcanza niveles patológicos. “Una cifra normal, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud es que haya 10 homicidios por cada 100.000 habitantes. El promedio mundial es de 6 y la tasa venezolana está en 62, según el Ministerio Público en 2014”.
En la investigación “Venezuela: un país sitiado por el dolor y el miedo”, Acosta afirma que hay sufrimiento colectivo, resultado de la dificultad para conseguir alimentos, las preocupaciones por estirar el salario y la inseguridad. “La exposición al dolor por mucho tiempo, puede impulsar comportamientos como parálisis, olvido y suicidio. El dolor social anestesia, genera costumbre y tolerancia”, dice.
La especialista elaboró un mapa emocional de Venezuela. En la investigación recolectó 2.534 respuestas a la pregunta “¿Cuál es la emoción que predomina en usted hoy?” En 19,73% de los casos la respuesta fue tristeza, seguido de rabia (16,6%), esperanza (16,26%), expectativa (16,26%) y miedo (12,87%). En menor porcentaje aparecieron resignación (10,5%), alegría (5,69%) y repugnancia (1,45%).
Las emociones negativas prevalecen en los venezolanos y en la medida en que el ciudadano está sometido a más factores negativos, explica Acosta, hay mayor tolerancia al sufrimiento y se normaliza la patología.
Criminalizar las redes
En Facebook existen grupos como “Pongamos de moda el linchamiento a los chorros (sic)” con comentarios como “Quemar a los chorros es lo mejor que se puede hacer”, bajo la imagen de portada de la página que muestra a los personajes de Los Simpsons cargando antorchas. En grupos como Dirección de Seguridad Nacional y Alëxtrafficdj también es común la difusión de imágenes de intentos de linchamientos, que son celebrados por quienes siguen a esas comunidades virtuales.
También hay quienes practican lo contrario. Provea creó una campaña con la etiqueta #NoMásLinchamientos, en la que se le dice al ciudadano “No te conviertas en un asesino. Exige al Estado que cumpla su obligación de brindarte seguridad”. Inti Rodríguez, coordinador de Investigaciones de la ONG, explica que buscan fortalecer el mensaje de que esa no es la solución sino que, por el contrario, genera más violencia. “Hay que canalizar esa energía de forma positiva y exigir al Estado que garantice la seguridad, la vida y la integridad de las personas. Es difícil, pero si no se entiende ahora lo peligroso que es continuar por este camino, lo vamos a lamentar mucho en el futuro”.
Rodríguez dice que señalar a los medios de hacer apología del delito al difundir estas imágenes puede apuntar hacia un nuevo proceso de censura. “Los mensajes pueden hacerse virales por quienes los aplauden y también por quienes los rechazan. En la década de los noventa no había redes sociales y también hubo una ola de linchamientos”.
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